En la jornada escolar se alternan momentos de juego libre y diferentes propuestas de aprendizaje, con periodos de descanso, alimentación y cuidados de higiene, atendiendo a las necesidades biológicas de los niños y niñas. Estas tareas están secuenciadas en un horario, adaptado a cada grupo de edad, a la vez que flexible, en función del desarrollo de la jornada. A modo orientativo, las rutinas se organizan en los siguientes tiempos: entrada, momento de encuentro grupal y reconocimiento, almuerzo, tareas de higiene, actividad programada, juego libre y patio, lavado y preparación para comer, comida del mediodía, higiene, descanso, merienda, aseo y reencuentro con sus familiares. Entre unas y otras, siempre hay tiempo para lecturas de cuentos, poesías, canto y danza, juegos de marionetas, construcciones, etc. La imprevisibilidad que caracteriza nuestra labor educativa da cabida a actividades no programadas, por ejemplo, encontrar un caracol o un bicho bola en el camino de entrada del patio puede suponer la curiosidad de los niños y niñas y nuestra motivación para dar respuesta a dicha curiosidad.